domingo, 20 de junio de 2010

Cristianismo e islam‏


La última noticia que nos llega se sitúa en el país "amigo" de Marruecos. "Rabat expulsa a cristianos extranjeros acusándoles de proselitismo", reza el titular de La Vanguardia, y la información da cuenta de la expulsión de más de cien personas, alguna de ellas española, acusadas de intentar convertir al cristianismo a ciudadanos musulmanes. Más allá de la veracidad de la acusación, que lo es tanto como veraz puede ser la verdad de una dictadura, lo cierto es que este es el último episodio de una auténtica escalada de hostigamiento contra los cristianos que viven en países musulmanes, cuyo vía crucis pasa desde estar obligados a vivir clandestinamente su fe hasta ser condenados severamente por mostrar una cruz o una Biblia. En muchos de estos países, como Arabia Saudí, los cristianos no pueden comprar tierras y tienen prohibido hablar de su religión fuera de su círculo privado. Por supuesto, ni celebrar fiestas religiosas, ni hacer prédicas ni restaurar iglesias. Y en algunas de estas teocracias el incumplimiento de las normas significa la pena de muerte. En el resto, la cárcel. Y, más allá de las múltiples leyes que regulan la segregación hasta la asfixia del cristianismo en las zonas musulmanas, en los últimos tiempos se ha intensificado el hostigamiento social, quemando iglesias, amenazando a poblaciones, expulsando religiosos, saqueando tierras e incluso asesinando. Egipto y Pakistán, por ejemplo, han presentado capítulos muy graves al respecto y en el norte musulmán de Nigeria han asesinado a machetazos a más de quinientos cristianos, aunque el caso más brutal es, sin duda, es el de la guerra del fundamentalismo islámico sudanés contra el animismo y el cristianismo de los sudaneses del sur. Llevan millones de muertos.

Tierra Santa no queda exenta de la presión islámica contra el cristianismo. En Belén, donde la presencia cristiana ha sido continua desde hace dos mil años, sólo queda un tercio de la población cristiana histórica, y la población árabe cristiana en todo el territorio palestino ha pasado del 15% en los años cincuenta a poco más del 2%. No hay ninguna duda sobre las causas de esta emigración forzosa o de esta igualmente forzosa conversión: la presión social y violenta del islamismo radical. En este sentido, no deja de ser chocante que el mismo fanatismo fundamentalista que exige a las democracias occidentales todo tipo de derechos, incluso el derecho a segregar a las mujeres y taparlas con cárceles textiles de los pies a la cabeza, no tenga necesidad de respetar ni los mínimos derechos de las minorías religiosas allí donde ejerce el poder. Chocante, pero lógico, no en vano no hablamos de religión, sino de ideología, no hablamos de tolerancia, sino de imposición, no hablamos de respeto, sino de dominio. No hablamos, pues, de Dios, sino de hombres que usan a Dios para matar a Dios.

Fuente: La Vanguardia
Pilar Rahola

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.