martes, 15 de junio de 2010

El diario de Eva

Tenían once años, eran vecinas y jugaban a diario en las veredas de Amsterdam. Hasta 1942, cuando el nazismo llegó a Holanda y ser judío significaba un pasaporte a la muerte.
Por J.R.

Tenían once años, eran vecinas y jugaban a diario en las veredas de Amsterdam. Hasta 1942, cuando el nazismo llegó a Holanda y ser judío significaba un pasaporte a la muerte. Eva Schloss y Ana Frank tuvieron que esconderse. Ana escribió el diario personal que hoy es símbolo de la lucha contra la discriminación. Pero los refugios fueron descubiertos y las niñas debieron soportar el horror de los campos de concentración. Ana, que el 12 de junio cumpliría 81 años, pasó por Westerbork, Auschwitz y Bergen-Belsen, donde murió de tifus, un mes antes de la liberación de prisioneros. Eva y su madre sobrevivieron a Auschwitz-Birkenau. Basada en esa historia personal, Schloss recorre el mundo enseñando respeto, humanitarismo y tolerancia. Educadora y fotógrafa, llegó a Buenos Aires a sus 81 años, por intermedio de la sede local del Centro Ana Frank, para ser declarada Huésped de Honor por la Legislatura porteña.

–Tardó 40 años en contar su historia...

–Escondí todo para seguir viviendo, ni siquiera mis amigos sabían lo que me había pasado. Cuando volví de los campos sentí que el mundo no estaba listo para escuchar. En 1986 se hizo una muestra en Londres sobre Ana y el alcalde me invitó a hablar. Yo, que era tímida, no tuve alternativa. Cuando comencé, fluyó todo lo que había reprimido y hasta escribí dos libros.

–¿Todavía aparecen recuerdos escondidos?

–A veces sí, y los digo en las conferencias. En otras ocasiones la gente me recuerda escritos o dichos míos que ni mi hija conocía. Cuando me viene algo a la mente, siento tristeza de haber perdido a mis seres queridos tan joven.

–¿Por qué no volvió a Amsterdam?

–Después de sesenta años en Londres, lamento decir que no tengo un país al que considere un hogar. Amsterdam me recuerda lo feliz que fui y lo que perdí, lloro mucho, no podría aguantar. En Viena, donde nací, lo que fue ya no existe.

Las vueltas del destino hicieron que la madre de Eva se casara con Otto Frank, el padre de Ana y único sobreviviente de la familia. Ese matrimonio convirtió a Eva en hermanastra de Ana. Para Schloss, “no fue un hecho natural. Con el tiempo, mi vida se hizo pública y convertirme en hijastra de Otto me otorgó el deber de trabajar contra los prejuicios”.

–¿Alguna vez pensó que no iba a salir de Auschwitz?

–La esperanza nunca se pierde. Primo Levi cuenta que sabía cuando alguien iba a morir porque veía su desesperanza. Estando en el campo me ilusionaba con volver a mi vida normal, estudiar, tener novio, casarme y tener hijos.

–¿Cómo imagina a Ana hoy?

–Hace unos años mostraron en Londres la metamorfosis del rostro de Ana generado por computadora. No me gustó, pero no importa. Creo que hubiera sido escritora o periodista, aunque nunca se sabe, la vida toma otras direcciones.
Fuente: Revista Veintitres

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