martes, 8 de junio de 2010

Israel y la guerra

vuelta al mundo
-Diario EL LITORAL-Santa Fe

Rogelio Alaniz

Desde que Israel ordenó el bloqueo naval a la Franja de Gaza, diez naves se propusieron ingresar invocando objetivos humanitarios. Lo hizo una sola y fue el 8 de noviembre de 2008. Se trataba del Dignity. Allí viajaban trece miembros del parlamento europeo que se reunieron con los principales dirigentes políticos de Hamas. No hubo ningún tipo de incidentes. No tenía por qué haberlos.

En el último mes, ocho barcos avanzaron sobre la Franja de Gaza. Siete de ellos fueron inspeccionados y transportados al puerto de Ashdod donde descargaron sus mercaderías que fueron trasladadas a su destino. A nadie le pasó nada.

El incidente que pareciera haber sensibilizado a todo el mundo ocurrió con el Mavi Marnara, el barco en donde como consecuencia de la inspección llevada a cabo por el ejército de Israel murieron nueve personas. Ante la opinión pública, el hecho fue presentado como una prueba más de la vocación genocida de los judíos que no vacilan en matar a gente inocente por el simple gusto de matar.

Lo que llama la atención en este caso es por qué decidieron masacrar a los tripulantes del Mavi Marnara y no a los que venían en los otros barcos. Incluso, sería pertinente preguntarse por qué no hicieron lo mismo el domingo pasado con el Rachel Corrie, el último barco con ayuda humanitaria que salió desde Chipre rumbo a Gaza.

Hasta el observador más distraído, pero con un mínimo de buena fe o sentido común, debería admitir que algo ocurrió en ese barco para que haya habido un desenlace de sangre, salvo que se admita a libro cerrado que los judíos decidieron abordar el barco y matar gente con la pulsión de un psicópata. Si no es así -y yo no creo que sea así- hay que concluir que hubo resistencia. ¿Justifica esa resistencia la muerte de nueve personas? Es una buena pregunta.

Es posible, muy posible, que efectivamente el ejército de Israel en algo se equivocó al actuar como lo hizo. Estaba informado con tiempo sobre el operativo que se preparaba; sabía muy bien que en el barco junto con emisarios de buena voluntad -de ésos que en Europa se consiguen con tanta facilidad- venían militantes islámicos para quienes el operativo humanitario era un pretexto. Precisamente por estar al tanto de la trampa que le tendían, deberían haberse preocupado por no caer en ella.

El ejército de Israel pudo haberse equivocado, pero el diagnóstico político de la situación era acertado. Digamos que si en verdad nos proponemos una mirada equilibrada sobre lo que sucedió, debemos aceptar que la llamada expedición humanitaria formaba parte de la estrategia islámica destinada a romper el bloqueo. Lo que digo no es una especulación abstracta. Ocurridos los hechos, a los militantes islámicos se los ve participando de actos públicos rodeados de banderas palestinas y del Islam. En declaraciones de prensa admitieron que su objetivo de mínima era romper el bloqueo, porque su objetivo de máxima fue el que corearon hasta enronquecer las gargantas cuando los barcos salieron de Chipre: “Khaibar, khaibar ¡judíos! ¡Volverá el ejército de Mahoma”.

Como dijera Ehud Barak que algo sabe de estos temas: “En Medio Oriente no hay lugar para los débiles”. Una verdad, tal vez la única, que comparten musulmanes y judíos. Medio Oriente está en guerra. Y está en guerra desde hace décadas. La guerra a veces ha sido interrumpida por alguna tregua pero retorna. En estos momentos el centro del conflicto está planteado entre Israel y la Franja de Gaza, un territorio que Israel desocupó en el 2005 y que fue controlado por Hamas, la organización islámica cuyo proclamado objetivo central es la destrucción de Israel. Que se entienda bien. La destrucción de Israel, no el derrocamiento de un gobierno o el cambio de un sistema político. La destrucción lisa y llana. “Judíos al mar” es su consigna más liviana. Lo dicen, lo escriben y lo practican hasta donde pueden o los dejan.

Hamas no está solo. Por un camino o por otro el mundo integrista islámico los apoya. Alguna vez las instituciones de derechos humanos deberían interesarse por la suerte que han corrido los palestinos críticos de Hamas. El mismo interés deberían manifestar por las mujeres ejecutadas por sonreírle al vecino. Se dice que en Israel muchos judíos están en contra de lo que hizo su gobierno. Es verdad. Pero esa verdad curiosamente habla bien de Israel. La pregunta siguiente en este caso es: ¿Y dónde están los partidos políticos, los movimientos de derechos humanos, las agrupaciones feministas y gays, los diarios opositores en la Franja de Gaza? Inútil buscarlos. No existen. No pueden existir.

Regresemos al Mediterráneo. Como consecuencia de la guerra con Hamas, Israel inició un bloqueo naval en regla. El bloqueo se realizó cumpliendo con todos los procedimientos legales internacionales del caso. Las razones también fueron explicitadas. Impedir que Hamas se rearme por vía marítima. Egipto y Al Fatah lo aceptaron. En cualquier guerra esto ocurre y las naves humanitarias saben de antemano que pueden pasar a ayudar, siempre y cuando acepten ser inspeccionadas, una exigencia que a un auténtico pacifista no tendría por qué molestarle.

El gobierno de Israel les planteó a los organizadores de la expedición que serían inspeccionados y que las naves se desviarían hacia el puerto fronterizo de Ashdod, donde las mercaderías serían distribuidas como corresponde. Por supuesto, los humanistas se negaron a la inspección y se negaron, además, a cumplir con otra sugerencia: la de transmitir un mensaje de los padres de Gilad Shalit, el joven israelí secuestrado por Hamas hace cuatro años. La misma vocación humanista no se ha observado hacia Sudán, Ruanda y el propio Haití, lugares en donde ya sea por calamidades de la naturaleza u operativos de limpieza étnica sus pobladores padecen situaciones mucho más graves que los habitantes de Gaza.

Al respecto importan algunas precisiones. En Gaza vive un millón de personas, que en los últimos tres años han recibido más o menos un millón de toneladas de ayuda en medicamentos y alimentos, es decir un promedio de una tonelada por habitante. El setenta por ciento de la energía eléctrica proviene de Israel y en el último año diez mil palestinos fueron atendidos en hospitales israelíes.

No hay noticias de que en Europa se hayan movilizado a favor de las víctimas de Sudán. Tampoco se conocen movilizaciones solidarias a favor de los kurdos masacrados desde hace décadas por irakíes, turcos e iraníes. No escuché una palabra sobre el genocidio armenio. Ninguno de los humanistas que ponen el grito en el cielo por lo ocurrido en estos días dijo algo sobre la masacre que perpetró Corea del Norte contra un barco de Corea del Sur.

De todos modos alguien podría decir, con razón, que el silencio ante otras calamidades no justifica los operativos criminales de Israel contra los palestinos. ¿Alguien por ventura sabe que las masacres más crueles y masivas de palestinos no las han cometido los judíos sino los regímenes musulmanes, los mismos que ahora los alientan a destruir a Israel? Los regímenes jordanos y sirios tienen las manos tintas en sangre palestina y musulmana, y que yo sepa nadie ha dicho algo. La Franja de Gaza y Cisjordania estuvieron controladas desde 1947 a 1967 por egipcios y jordanos. ¡Veinte años de control absoluto! ¿A alguien se le ocurrió protestar, salir a la calle, organizar asistencia humanitaria, condenar a los asesinos? Un sola respuesta hubo contra la masacre del rey Hussein de Jordania. Y la organizaron los palestinos. ¿Qué hicieron? Viajaron a Munich donde se celebraban las olimpíadas y asesinaron a los atletas judíos. ¡Típico! El rey Hussein los masacra, pero los que pagan el pato son los judíos.

Un soldado israelí me decía que en Medio Oriente no hay paz posible en lo inmediato. Resignado, aseguraba que por muchos años todo seguirá así. ¿Y el futuro? Nadie puede garantizarlo. ¿Y el Estado palestino? Ojalá lo organicen; estamos dispuestos a ayudarlos, pero hasta los palestinos sospechan que esa estrategia es inviable, no porque Israel no lo quiere, sino porque sus luchas facciosas internas lo impiden.

Lo que todo judío sabe es que en cada una de estas encrucijadas Israel se juega su destino como Nación. Los palestinos, los sirios, los jordanos pueden equivocarse, Israel no puede hacerlo. Un paso en falso y lo liquidan. Para sus tenaces enemigos no hay que aniquilar a conservadores o a laboristas, lo que hay que liquidar es a los judíos.

Por último, todo judío está convencido, íntimamente convencido, de que pase lo que pase no está dispuesto a ser sacrificado como lo fueron sus padres o sus abuelos por los nazis hace sesenta años. Por lo menos, no están dispuestos a permitir que ello ocurra sin hacer nada para defenderse. Finalmente, y eso los aflige, saben que están solos.

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