miércoles, 30 de junio de 2010

Porque el rechazo de algunos sectores de la sociedad española, se transforma en hechos antisemitas




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Date: Fri, 25 Jun 2010 22:32:58 -0600
Subject: Porque el rechazo de algunos sectores de la sociedad española, se transforma en hechos antisemita


Cuando la manifestación de un hecho político, se transforma en un rechazo racial

por: Eli Cohen (Desde Madrid)

A continuación, el autor del siguiente artículo, demuestra porque el rechazo de algunos sectores de la sociedad española, ante los trágicos hechos ocurridos contra la tripulación del barco de bandera turca "Mármara", cerca de las costas de Gaza, se transformaron en hechos antisemitas. La violencia física sufrida por tres empresarios israelíes, que viajaron a Madrid para participar de un encuentro de "Energías Renovables", o el impedimento de la delegación israelí, de participar en el "Día del orgullo gay", en esa misma ciudad española, dan cuenta de ello.

Muchos en España se echan las manos a la cabeza cuando, al criticar a Israel, se les causa de antisemitas. El espíritu que encierra esta acusación ha circulado de forma incesante por decenas de artículos, comentarios, tertulias, críticas...y en todo lo relacionado con los tristes sucesos ocurridos con la "flotilla humanitaria". Nada más cerca de la realidad, lo que se ha vivido en este país las dos primeras semanas de junio tiene un nombre muy claro: Antisemitismo. Que no cueste decirlo.

Ciertamente, el efecto principal -y también uno de los objetivos principales de los organizadores- de la flotilla ha sido una tergiversación ensordecedora sobre Israel en todo el mundo buscando su deslegitimación constante. Así, concretamente en España, se han cruzado las líneas de la crítica u oposición a las políticas israelíes y se ha incurrido en un antisemitismo recalcitrante. No es una opinión personal, son los hechos: Tres empresarios israelíes que acudían a un encuentro sobre energías renovables -no representaban a Israel como Estado ni a ninguna de sus instituciones, sino que sólo pertenecían al ámbito privado- fueron agredidos en la Universidad Autónoma de Madrid por una turba de doscientos jóvenes encolerizados que, de no ser por la policía, habrían conseguido lincharlos.. Ocurrió el pasado 7 de junio, apenas 6 días después del asalto a la flotilla. Al día siguiente, 8 de junio, los organizadores del Día del Orgullo Gay en Madrid vetaban a la representación de gays israelíes que estaban invitados a dicho evento argumentando que el Ayuntamiento de Tel Aviv no condenó la actuación del ejército israelí.
Cuesta encajar semejantes actuaciones. La primera, porque inmediatamente recuerda los peores sucesos del pasado Siglo XX, cuando echaban a los judíos de las universidades a hostia limpia. Esta vez, cambiaron la palabra "judío", por "Israel": esquema básico del antisemitismo de nuestros días, en el cual, es reprobable declarar un odio abierto a los judíos pero, en cambio, es hasta políticamente rentable declarar ese mismo odio hacia Israel. La segunda, porque Israel es el único país de Oriente Medio en donde un homosexual puede vivir sin que le lleven a la horca o algo similar.
Pero sucedió. Lo más escalofriante, sin lugar a dudas, no sólo fue la falta de acción por parte de las autoridades universitarias, o por parte del Rector de la institución, en última instancia. Lo que de verdad aterró, lo que nos heló la sangre a unos cuantos, fue la pasividad de los estudiantes ajenos a la manada de violentos, que en lugar de intervenir o evitar la agresión se dedicaban a mirar o a hacer fotografías con sus teléfonos móviles. La indiferencia es el mayor crimen de Europa, como dijo Hermann Bloch, en plena locura nazi. Las conclusiones son obvias. Resulta incontestable calificar esta agresión de antisemita en su grado más alto, puesto que obedece a varios aspectos intrínsecos en las actuaciones de dicha índole. El primero y más característico es la responsabilidad colectiva. Al igual que en los peores ejemplos de los ataques contra judíos -los "porgromos"- el pasado 7 de junio en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), por los actos del gobierno israelí, se hizo responsables a dos ciudadanos -y empresarios- israelíes que acudían a un encuentro de energías renovables junto a expertos españoles en la materia.
¿Si viniera Steve Jobs, que es ciudadano norteamericano, a España, ¿se le intentaría agredir y boicotear por las víctimas civiles que dejan las operaciones de su ejército en las guerras de Afganistán e Irak? ¿Atacarían el comercio de un ciudadano chino por la falta de libertad en China?
Como en el proromo del año 1938, conocido como "Kristallnacht", o como en 1480 con los sucesos del niño de La Guardia que marcó un proceso irreversible hacia la expulsión de los judíos de España, y como en tantas otras veces en la historia, se ha buscado una excusa para la explosión de odio y agresiones. Con un idéntico proceso. Porque idénticas metas y objetivos tienen sus hacedores. Esta vez ha sido el asalto a la llamada Flotilla de la Libertad. Hace un año fue la Operación Plomo Fundido en Gaza, hace cuatro años la guerra contra el grupo terrorista Hezbollah, en Líbano. Y así seguiremos hasta que los prejuicios ciegos dejen de dominar la conciencia colectiva tanto de los países árabes como de los países democráticos. No habrá paz mientras el odio se enseñe en las escuelas y se difunda en los medios de comunicación.
Cuando la culpa viene de la víctima
El epílogo de estos días tan oscuros, lo ha escrito el Alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón en el diario "El País", el primer diario nacional. En dicho artículo, titulado: "Israel, de perfil y de frente"; Gallardón comienza mostrando sus credenciales de amigo de Israel y del pueblo judío para luego acusar a los israelíes de haber caído en posiciones radicales, calificar el asalto a la flotilla de ilegal y sanguinario, amén del bloqueo a Gaza y exigir a Israel que reconozca la "Nakbá" ("Tragedia", según la mítica árabe-palastina, al referirse a la Independencia de Israel en 1948) y otros tantos tópicos que bien podrían haber sido manifestados por cualquier líder de extrema izquierda, para colmar su tira de improperios con esta sentencia sobre lo ocurrido en la ciudad de la cual es regidor: La brutal agresión a tres empresarios israelíes en la Universidad Autónoma de Madrid o la intolerable exclusión de la delegación israelí en la marcha del Orgullo Gay tal vez no obedezcan a un antisemitismo histórico. Pero bien podría degenerar en él. No puede descartarse que un empeoramiento de la situación en Oriente Próximo reavive los peores demonios del pasado europeo, reavivando un problema que constituye la mayor vergüenza histórica de este continente. Gallardón suscribe así otro de los clichés del antisemitismo clásico: Los propios judíos son culpables del odio que reciben.
El conflicto entre israelíes y palestinos -y todo lo que esto suscita en España- nos muestra algo desasosegante en el panorama nacional, una hostilidad que moviliza lo que ninguna otra causa contemporánea hace. Veamos un claro ejemplo: Al Qaeda tiene secuestrados en Mauritania a tres cooperantes españoles desde hace seis meses y aun ni un solo ciudadano ha salido a la calle para protestar. Las muertes de civiles siempre deben ser condenables, pero lo que aquí está en juego, es la falta de criterio -o la subjetividad del mismo- para que los mismos sectores que inmediatamente salen a las calles a quemar banderas israelíes y/o criticar y hasta agredir físicamente a ciudadanos israelíes, por el sólo hecho de serlo, sen los mismos que callan o miran para otro lado, cuando otra formas de racismo -como el desprecio a los ciudadanos norafricanos que en delicadas "pateras" acuden a estas tierras o ejecuciones medievales, como las cometidas en el mundo musulmán contra mujeres y hombres, por el sólo hecho de pensar distintos o intentar asumir su vida en libertad, dan cuenta de que -en definitiva- el odio a lo "judío", prevalece por sobre la razón.

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