viernes, 15 de octubre de 2010

LIBEREN A IRAN


EMANUELE OTTOLENGHI

La reciente decisión del gobierno de Obama de sancionar a algunos de los peores violadores de derechos humanos del régimen iraní es un bienvenido aunque tardío paso en la dirección correcta. Pero está muy lejos de lo que se podría hacer en este frente para aislar aún más a Teherán. La Unión Europea, por su parte, aún no ha decidido si considerar todas las sanciones en materia de derechos humanos contra la República Islámica.
Esta falla es nada menos que asombrosa. Aparte de las obvias razones morales para apoyar los derechos humanos en Irán, tal política supondria un perjuicio para el régimen y contribuiria así con Occidente en su disputa nuclear con Teherán. El programa nuclear ilicito de Irán es un peligro principalmente debido a la naturaleza agresiva del régimen. Si la oposición fuese a derrocar a los líderes islamistas revolucionarios, el proyecto nuclear de Irán sería instantáneamente menos amenazante. El cambio de régimen es la mejor manera de evitar un enfrentamiento con Teherán.
Las democracias occidentales, pues, debemos apuntar al historial de derechos humanos del régimen, fomentar a la oposición interna del país, y hablar directamente al pueblo iraní sobre los jefes de su régimen brutal. Después que la Republica Islamica robo las elecciones presidenciales el año pasado y aplastó las protestas que siguieron, el barniz de orden ha vuelto al país. Pero por debajo, las brasas de la rebelión todavía arden. Las instituciones democráticas y sociedad civil occidentales pueden agitarlas para mantener viva la llama.
Actos simbólicos públicos para poner de relieve las atrocidades del régimen en Irán deben convertirse en el repertorio de la diplomacia publica occidental. Cada encuentro con funcionarios iraníes es una oportunidad para humillarlos por sus violaciónes de derechos humanos y para mostrar al pueblo iraní lo aislado que esta su gobierno. No es suficiente hablar sólo de forma genérica sobre derechos humanos. Los politicos occidentales deben plantear los casos específicos de los disidentes y presos de la oposición, exigir su rapida liberación e imponer un precio en caso de incumplimiento.
Por ejemplo, los gobiernos que todavía tienen embajada en Teherán, tales como Australia, Canadá, la UE-27, Japón y Corea del Sur, podrían rebajar las relaciones diplomáticas con Teherán mediante la retirada de embajadores si sus demandas no se cumplen. Ciertamente, los funcionarios iranies visitantes ya no merecen el tratamiento de alfombra roja o plataformas en consultoras de pensamiento o auditorios universitarios para difundir su propaganda. Y los líderes occidentales podrían aplicar en forma más agresiva la legislación vigente de derechos humanos para restringir las exportaciones de tecnología que podría ser utilizada para reprimir a la población de Irán. Es tambien hora que Occidente de vuelta las tablas sobre Iran en todos aquellos lugares internacionales que Teheran explota para burlarse de los derechos humanos. Es una farsa que Irán, un perseguidor de los principales activistas sindicales independientes, siga siendo miembro de la Organización Internacional del Trabajo. Los gobiernos occidentales deberían atacar a Irán sobre los derechos de la mujer, derechos de los homosexuales y los derechos religiosos en todos los foros posibles. Ganar no es el objetivo alli, dado que difícilmente ellos podran coincidir con las mayorías automáticas de los países no alineados y a las que el Irán islámico por lo general tiene en el bolsillo. Pero establecerían un tono diferente y plantearian un desafío constante para el lamentable historial moral de Irán y para la hipocresía practicada en foros como el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
Los gobiernos occidentales y las ONG también deben otorgar premios a los derechos humanos a disidentes iraníes y honrar la memoria de los iraníes asesinados por el regimen por su oposición a la opresión islamista. Una candidata obvia es Neda Agha Soltan, la joven iraní que el 20 de junio de 2009 recibio un disparo en el pecho por parte de un matón del gobierno cuando ella protestaba pacíficamente contra la farsa de las elecciones presidenciales. Su muerte se ha convertido en un símbolo de la lucha por la libertad en Irán. Renombrar como ella las calles de Roma, Berlín y París, donde las embajadas y consulados de Irán se encuentran alteraría a Teherán y galvanizaria a los opositores al régimen-tanto como nombrar una beca con su nombre como hizo el Queens College de la Universidad de Oxford el año pasado.
Hossein Maleki Ronaghi, un blogger recientemente condenado a 15 años de cárcel por defender los derechos humanos, es otro valiente disidente digno de atención internacional. Tal vez el Parlamento Europeo pueda querer considerarlo para su prestigioso Premio Sajarov.
Mientras el peso de las sanciones económicas comienza a aplastar a la economía de Irán, es más importante que nunca que lleguemos a los iraníes comunes y corrientes para hacerles saber nuestro desacuerdo con el régimen, no el pueblo, y que su libertad es la mejor garantía para nuestra seguridad. El fortalecimiento de la difusion persa libre (TV y radio) dentro de Irán es una buena manera de transmitir ese mensaje. Los líderes occidentales podrían hacer mucho más que financiar estos programas. Imaginen el impacto en Iran si los ministros y cancilleres occidentales fueran a tomar ellos mismos las ondas de radio para explicar sus politicas y condenar las atrocidades del regimen.
Durante demasiado tiempo, las democracias occidentales han hablado con el régimen, como si sus oprimidos súbditos no importaran. Ha llegado el momento de hablar directamente con el pueblo de Irán y prometerles que sus derechos humanos serán nuestra causa también.

El Sr. Ottolenghi es un investigador senior de la Fundación para la Defensa de las Democracias y el autor del próximo libro "Irán: La crisis en ciernes" (Perfil Libros 2010).
FUente: The Wall Street Journal
Foto: Un manifestante irani en Teheran sostiene una foto de Neda Agha Soltan.

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